viernes, 6 de agosto de 2010

ZAMORA, LUGAR PARA VIVIR



EL RETRATO Jesús Masana Monistirol
El retrato es la imagen que recuerda a algo o a alguien.
La presentación puede ser muy varia, desde la
superficie plana de un papel gráfico o fotográfico, la tela de
un cuadro, la tridimensión de una escultura, tecleado en las
páginas de un relato poético o en prosa y en las piedras de
un monumento, que con su estructura total y cada una de ellas en
particular diseñan el rostro de quienes las modelaron...
Metidos en el retrato del pasado, contemplándolo a izquierda y
derecha, delante y atrás, caminando sin prisas -deteniéndose a
ratos-, los turistas-peregrinos de hoy, ya sean de este burgo o
de otros pagos, dirigen sus pasos al centro neurálgico, al rostro
por excelencia de la ciudad que es la Catedral, siguiendo las
huellas de los primeros peregrinos-turistas que abrieron el
camino, que es el mismo espinazo vertebrado de la ciudad,
extendiéndose tortuosamente por Santa Clara, Las Rúas, Los
Cientos, Los Tilos...
Caminemos también nosotros, saltando de siglo a siglo, de
iglesia a palacio, de puerta románica a ventana ojival, de
Santiago a Los Momos, del modernismo de Ferriol y Viloria a la
escultura de Lobo, camino de la Plaza Mayor, bebiendo estilos,
vigilados por el románico de Santiago el Burgo con los Peromato y
Merlú de Pedrero, el Viriato de Barrón, en su plaza rodeada de
historia pétrea apuntalada con la herrumbre de lo provisional.
Y, esas dos calles hermanas Rúas, pletóricas de entrañables Magdalenas, Tránsitos, Ildefonsos... hasta llegar a “LA PLAZA DE LOS PINTORES” llena de
creadores, paisajistas, retratistas de realidades vividas o
intuidas, dando vueltas ellos a esa PLAZA que es un sentimiento
m s que una realidad física, que es una forma de vivir la ciudad
y sus esencias históricas y futuras, dando giros a lo visual,
plástico, escultórico, literario, cibernético, contemplados
simbólicamente su vez por otros creadores -sus antepasados- de un
rostro plasmado en el conjunto histórico-artístico de la ciudad
de Zamora.
Un doble retrato es el que se puede contemplar en sus calles
antiguas desde el día 14 de Marzo -y van ya dos años-; el primer
retrato está diseñado por los edificios hieráticos, las piedras
milenarias, sus esculturas... y el segundo, por el plantel de
creadores de hoy, moviéndose entre las obras de antaño,
creando-recreando-revitalizando algo que no puede morir nunca: el
HUMANISMO que esta Zamora nuestra destila por todos sus poros.
Durante dos días, catorce y quince, creadores pequeños y
grandes, desde los dos años hasta los setenta y ocho expresaron
esta filosofía vital con sus lápices, sus pinceles y su saber
estar y decir. El grafismo de los pocos años, interpretando el
románico desde la ignorancia de los estilos y la sapiencia de los
impulsos innatos psicomotrices, la experiencia poética de Waldo
Santos "capeando" toreramente tantos otoños gélidos de
intransigencias y primaveras explosivas de nuevas libertades
reconquistadas, y el quehacer de los restantes
dibujantes-retratistas de calles, iglesias, jardines, se vio
enriquecido todo ello por la emoción compartida entre artistas y
paseantes-peregrinos de ser testigos de un proceso creacional
que hizo detenerse al tiempo gracias a la magia de la humanidad
de quienes allí estaban, peripatéticos, entre rojos magenta,
amarillos cadmio y azules ultramar, plasmando, en todos los
cuadros y en el retrato del poeta de Zamora, un símbolo del
rostro de ayer y de hoy que es el CASCO ANTIGUO y la PLAZA DE
LOS PINTORES.
¡Zamora, sí pinta!

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