sábado, 13 de agosto de 2011

PINTAR LA FE - 7









EL PRIMER CUADRO.

Hago memoria de una primeriza pintura "religiosa", que yo
consideré "seria" y que no pasa de ser unos pinitos, cuando a uno
se le ocurre pintar y comienza a hacerlo con "los
óleos"; ello ocurrió allá por el año 1968. Se trataba de pintar
algo original porque así me lo propuse y porque nunca me ha gustado la "copia". Del esfuerzo mental que el diseño de la obra supuso
surgió un cuadrito cuyo tema, trece años más tarde, iba a ser
retomado para la pared de la capilla del Santísimo de la Fuliola.
Ha sido ahora, cuando me dispongo a analizar esta obra, que me he
acordado de todos estos detalles concomitantes que pueden servir
para explicar la génesis de mi obra religiosa y su evolución.
Existe aún este primer balbuceo pictórico, un cuadro del diez
figuras, apaisado, con un apostolario alrededor de Jesús donde el
rostro es el protagonista, ya que todos los personajes están
presentes en su representación facial y las manos de Cristo,
abierta la izquierda hacia arriba y sosteniendo la derecha el
cáliz, en el centro de la composición. Se hallan todos alrededor
de unos manteles bicolores de factura ajedrezada -repitiendo el
signo crucífero- en cuyos límites, en forma de corazón, asoman
los mencionados rostros. La manipulación del artista, usando de
una incipiente y personal vena interpretativa, llega a colocar
sólo a nueve discípulos, para hacer mención de ausencias notorias
y para que quien contempla el cuadro se incorpore al coro
apostólico, completando el simbólico número de doce.
La coincidencia de varios signos se presenta evidente y
aleccionadora entre este cuadrito y el mural.
El primer aspecto es el de los pigmentos y el método; en el
cuadro es el óleo; en la pared van a utilizarse pigmentos
minerales y como aglutinante resinas sintéticas, con un resultado
similar al del primer procedimiento, pero de un secado mucho más
rápido.
La composición se basa, en el primer caso, en el centro, en la
imagen esquemática del corazón, con alusión evidente a los
sentimientos de intimidad que tal imagen sugiere, trasladada al
momento que el cuadro representa, la Ultima Cena. En el mural la
composición se adapta al máximo a la pared cóncava sobre la que
se ha diseñado, en un movimiento ascendente-descendente que marca
también un centro, el mismo que en el cuadro, las manos de
Cristo, esta vez con el pan entre ellas. En ambos esquemas
compositivos predomina la intuición del artista, por encima de
soluciones históricas m s tradicionales.
Las similitudes se repiten a la hora de analizar el sistema
pictórico. En el primer momento empleé, de forma rudimentaria,
experiencial (era la primera vez que pintaba con un sistema nuevo
para mí), el óleo; en la iglesia experimenté por primera vez
la resina o el barniz, ya utilizados sobre madera y tela en el
taller de L'Hospitalet con mi buen amigo y gran artista aragon‚s
Juan Jos‚ Vaquero Foz. El procedimiento al fresco, más en la
tradición románica, no se adecuaba a la "rapidez" de un fondo ya
preparado, el yeso sobre el cemento, que satisfizo al artista.
Se ha avanzado en este mural en todos los sentidos, ya que no
en vano, desde la realización del aquel primer intento artístico
que fuera el cuadro de la Cena, pintado desde lo puramente
autodidacta, hasta la pintura de este mural, pasaron los años de
la formación en Bellas Artes y una transformación a nivel
personal en cuanto al sentido de la fe se refiere; todo ello
es evidente en la contemplación de ambos extremos pictóricos, que
posteriormente se ir analizando paso a paso en cada pintura.
Es el primero un cuadro, tal vez el único, en que se ha
empleado el color negro y en el que las mezclas de los colores
están realizadas, como ya hemos dicho, con el condicionante
evidente del pintor primerizo; en el segundo espacio pictórico se
ha evitado el negro -lección aprendida en el paso por las aulas
de "Sant Jordi"- y donde las mezclas de los colores se pasean
por todos los grises, supeditados a una coloración dominante, el
azul. El contrapunto de este color se ve reforzado por la
entonación restante del espacio total donde los tonos tostados,
rojizos y algunos complementarios más, lo realzan.
Las "libertades" evidentes en el cuadro, como el número de los
apóstoles, la supresión del pan, el corazón simbólico, se han
superado en favor de un mayor rigor histórico-litúrgico en el
mural.

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