domingo, 25 de noviembre de 2012

LA VIOLENCIA



JESÚS MASANA MONISTIROL



La Opinón El Correo de Zamora 25 – IV - 1994
            La Violencia

Desde
la familia surge la actua­ción social hacia dos direcciones opuestas, la paz y la violencia.
Cuando ese espacio vital está deteriorado actúa como fruta podrida en el gran cesto vegetal-humano e infecta inmensas zonas de la sociedad.
Se potencian, desde las capas altas del poder, tipos de grupos pseudofamiliares, propiciando su desintegración sistemática que, unida a la posi­ble autodestrucción de la familia tra­dicional —modelo siempre revisable y nunca perfecto—, señala una direc­ción cada día más patente hacia la vio­lencia del hombre consigo mismo y los demás.
Se va perdiendo ostensiblemente la identidad del ser humano como hom­bre/mujer, como padre/madre, como educador integral de sí y del otro, del que nace y quiere crecer, ignorante de la totalidad de las pautas de conviven­cia ordenada en sana libertad. Se priva de la educación a los potenciales desti­natarios de la misma, porque no se les permite ni ver la luz de la vida o se les elimina de múltiples formas, desde los
niveles subliminales a los periféricos, desde las edades primeras a las terce­ras y cuartas...
Se tiene miedo de sí mismo porque no se admite que la imperfección esté afincada en el egoísmo y se edifica un modelo "familiar" endógeno, que mue­re desde sus raíces porque proyecta al exterior una filosofía vital hedonista  decadente, desnaturalizada, violenta.
La vida es, fundamentalmente, lo que se busca mantener desde que se posee, aunque no se sea consciente de ello. La vida es rastreada en todos los actos de la existencia, muriendo mu­chos sin haberla encontrado nunca cuando existieron. Saber qué es y qué es lo que se le parece, es sabiduría que no abunda. Equivocarse de camino pa­ra hallar lo que prolonga la consciencia de estar para ser y para siempre o para el máximo de tiempo posible, no conduce a vivir en zonas planetarias en que se construya una sociedad real­mente feliz o en vías de serlo cada día en mayor intensidad, conduce hacia un caos lleno de violencia, porque tras de lo que se camina es hacia la muerte, apoyando el acontecer diario en muletas que pisan cuanto impide el egoísta camino de la propia felicidad. El terror a perder lo que se cree que es lo vital —cuando no es más que una reencar­nación de la misma muerte— lleva a la masacre en radios de acción cada vez mayores.
Pueden dar vida quienes la tienen, quienes la han vivido en su propia fa­milia o la riegan cada día en la que han formado, como las monjas de Ruanda, los monitores del Proyecto Hombre, los padres de familia que asumen su "rol" vitalista, humano, ca­da momento, todos cuantos dan lo que son por los desheredados, los drogadictos, los que han militado en las filas de la ignorancia de la vida y se mue­ven en las cercanías de la muerte in­mediata. Saber dónde bebe esa gente es también sabiduría que es, por otra parte, hostigada, difamada, perseguida y se quiere relegar a las sacristías de antaño.
Rompemos una lanza por la carta del Papa dirigida a las familias porque en ella se ilumina una senda segura pa­ra cambiar nuestra sociedad violenta desde sus mismas fuentes.

Tembién hoy, casi veinte años más tarde, siguen teniendo vigencia estas ideas.

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