jueves, 26 de enero de 2012

La enseñanza que hemos heredado


LAS TRINCHERAS                                                          JESÚS MASANA MONISTIROL

como borregos...
(Publicado el 5 de junio de 2006 en La Opinión-El Correo de Zamora, de actualidad todavía)

Desde las trincheras de la enseñanza, en los estrechos pasillos que forman las mesas donde los hijos de esta generación están aprendiendo a gestionar su futuro, estoy reflexionando sobre lo que nos/les espera...
En la clase anterior, otro docente se ha sentado en la silla o ha paseado sobre las mismas baldosas donde yo estoy parado ahora; después, vendrá otro y así día tras día, con sus correspondientes intervalos de recreos, fiestas, fines de semanas, vacaciones...
Lo aparentemente monótono se va llenando de variantes, según sea el/la profesor/a, el centro, los alumnos y la asignatura; sobre todo, la asignatura.
¿Serán capaces estos chicos y chicas de suplir, con su sindéresis, lo que no se les enseña y trascender las incongruencias que se nos cuelan en la praxis diaria de la docencia, fundamentada ésta en programas conductistas, desintegradores y contradictorios?
La contradicción, la antinomia, la sinrazón, la ambigüedad, la simpleza, la esquizofrenia, son subtítulos de otras tantas palabrejas que acompañan las razones aducidas para poner, quitar, valorar, sobrevalorar, esquilmar asignaturas, temas y conceptos en una ley de la enseñanza que se nos ha venido encima gracias a una mayoría ridícula de políticos... ¡Claro, la enseñanza ya no es una herramienta de formación integral de la persona, sino que es un arma de primer calibre para perpetuarse en el poder! ¡Y nació la LOE!
A la LOCE, que era otra ley con un poco más de sentido digamos, humanista, se la ha caído la C, que significaba CALIDAD. Estamos ante una ley sin calidad, que suena poco menos que a eso de: ¡lOÉ, lOÉ, lOÉ!, con la música lúdica y pegadiza de los campos de fútbol...
EVALUACIÓN; he aquí una de esas palabras que se nos presenta en el “currículo”. Pero debería decir CONTRADICCIÓN. El concepto de justicia y ecuanimidad debería estar intrínsecamente unido al de evaluar, pero resulta que existen distintos raseros entre unas materias y otras... Lo que supone un ataque frontal en la línea de flotación del buque (¿patera?) de la enseñanza.
Lo justo, lo razonable, lo equitativo es que el marco donde se mueven y distribuyen las materias que configuran el tema del cuadro docente, tengan idéntico tratamiento evaluador; dejar a alguna asignatura sin este requisito y mantenerla en la lista con sus restantes hermanas de itinerario, es para quedarse con los ojos chiribitas.
Pero la cosa es más grave, ya que sin decirlo claramente e intentando colar la situación anómala, se está pregonando que da lo mismo blanco que negro, evaluar que no evaluar, que lo evaluado cuente o no a la hora del cómputo del conocimiento adquirido por cada alumno: Se nos está colando la didáctica de una asignatura transversal que no aparece en la lista de la LOE, que es: El Relativismo convencional.
¿Qué ha ocurrido en el cerebelo de los políticos? ¿Qué acceso de adrenalina excluyente, impregnada de cobardía revanchista, les ha impelido a llevar adelante una ley que soslaya y que no tiene en cuenta la asignatura de “Religión” (en este punto la palabra religión ya les suena a algunos a vieja sacristía...), que apareciendo en el “lote” de las asignaturas de la enseñanza obligatoria, no tiene el mismo tratamiento académico que sus hermanas. Éstas son evaluables y computables; aquélla, sólo es cursable...
Es mendaz afirmar el confesionalismo proselitista de la asignatura en cuestión; es más bien una realidad innegable que nuestras raíces, las de los pueblos de occidente y de allende los mares, bebieron siempre en la cultura que se transmite en el programa de “Religión”, como materia de enseñanza escolar.
Paseando por mis trincheras, que son los pasillos del aula, entre las mesas y sillas donde los alumnos se están examinando de “algo”, atentos a los enunciados de los temas, entre sudores y afortunados recuerdos que solucionan su situación discente, pienso en el drama que representamos todos, renegando de nuestro pasado, cegando las fuentes que nos han saciado la sed del saber, abocados a cortar raíces, ramas, hojas y frutos; sólo un tronco seco es en lo que se nos está quedando el prometedor árbol de la educación.
Queda la posibilidad de plantar otros, claro. ¡Ahí está: LA EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA! Otro debería ser el título de esta asignatura: ADOCTRINAMIENTO RADICAL.
¿Qué temario incluirá un libro elaborado por la mitad de los políticos? La verdad, la razón y la sabiduría se han vestido de rojo de vergüenza.
Otro retoño acompañará el plantel educacional: ETICA CIVICA, con temas de rabiosa actualidad: la clonación, las células madre, la eutanasia, la fecundación in Vitro... Bueno, estos temas más bien los tomado de prestado del temario de biología, pero aquí se van a esclarecer los aspectos éticos; ¿qué ética? –La de la mitad de los políticos, claro... Vamos también a ser sinceros y por quienes debieran habérselo impuesto, le cambiamos el nombre por lo que va a ser en realidad: ESTÉTICA-ANTIHUMANÍSTICA. Porque el concepto VIDA es lo que está en juego. La ideología que emana del documento “ético-cívico” va a ser asépticamente antihumano, por su relativismo inmanente y su falta de trascendencia. Se permite el asesinato de un ser humano en aras de su utilitarismo; se enmascara la compasión con la muerte “terapéutica” de la eutanasia activa, se mata directamente la vida de el estado embrionario de la persona. ¡Ah, pero se persigue y se estigmatiza el crimen organizado por las mafias y la violencia de género...!
¿En qué quedamos, esquizoidantes políticos, ciegos a la esencia que os debería estructurar mediante la recta conciencia y la razón, contra quién o contra qué nos mandáis disparar desde las trincheras de la docencia? ¿Contra la ignorancia que atenaza nuestra juventud, ansiosa por descubrir el mundo, o contra esos mismos jóvenes a quienes decimos una cosa y enseñamos otra? Caminamos hacia el abismo y la autodestrucción más exquisita, la de la mente, la razón y el espíritu.
LOE, Ley Obligatoria de Enseñanza=Ley Obsoleta Exterminadora.
Eres catastrofista, peripatético profesor... -Pero es que me vienen a la mente los resultados de otra ley, surgida también de similares fuentes a la que hoy nos ocupa y que auguran unos resultados aún peores. Los de hoy están ahí: 30% en fracaso escolar. Sólo el 60% acaba los estudios universitarios, cuando en el resto de Europa es del 90%...
¿Qué fue primero, el “botellón” o el fracaso escolar? ¿El fracaso lleva seguramente al efímero placer del “finde” botellonero? ¿La resaca de la forzada fiesta semanal no deja concentrarse para estudiar, para pensar...? El huevo o la gallina... Lo que es una triste realidad es que estamos engañando a toda una generación, una tras otra; tras el fracaso de LOGSE, se nos echa encima el de la LOE y éste, hasta lo más profundo de las trincheras de la enseñanza, en las entretelas de la conciencia y de la voluntad, allí donde se halla el fundamento de la libertad de cada ser humano...
En su nombre, en su defensa, pregunto, les pregunto a mis alumnos: ¿Sabéis para qué estáis estudiando? ¿Os habéis enterado que estáis trabajando-estudiando para vosotros? ¿Para qué y por qué vivís?... ¿Os sentís importantes, queridos, felices?...
Porque si en el aula no podemos, no sabemos transmitir (y los cauces por los que transcurre la LOE no lo propician), conceptos trascendentes como de dónde venimos, para qué existimos y cual es nuestro destino definitivo, convertiremos estos momentos didácticos en una rutina, una sosería y un gran mentira salpicada de falaces conocimientos pseudo científicos válidos sólo para eternizar una enseñanza discapacitada y acéfala del sentido estético de la existencia.
Desde las trincheras de la enseñanza, muchos docentes queremos conquistar la ciudad de la sabiduría, aquélla que se asienta en los sillares de la VERDAD y no en los guijarros del espíritu mezquino que ha informado la LOE.

domingo, 22 de enero de 2012

SER O NO SER, PERSONA


SER O NO SER, PERSONA

Jesús Masana Monistirol

(Artículo escrito hace veinte años, es actualidad todavía)


La fe católica era cosa de casi todo el mundo; ahora

lo es de casi nadie... En aquellas fechas,ser

católico era la

forma natural de vivir y lo que conformaba el actuar de las

gentes de este país. La religión era algo "utilitario", de

consumo diario, era lo más natural del mundo: la religión

católica era más o menos una religión tradicional, con lo ambiguo

que ello puede llegar a ser, pero con el trasfondo real de estar

inmersa en el apartado de la "religiosidad natural", o el toma

y daca común con todas las religiones; se trataba de un producto

descafeinado. El católico había llegado a ser, en general, un

cumplidor de determinados ritos, preceptos y normas que le

justificaban ante sí mismo, ante los hombres y ante Dios,

erigiéndose en juez implacable de todo ser viviente que no obrara

como él...

El Estado aún era católico y fomentaba la religión,

la jerarquía estaba casi en su totalidad al lado del gobierno,

todo funcionaba en una apacible connivencia y pax romana.

Dios estaba al servicio de la nación porque ésta era católica:

Una especie de edición de bolsillo divina, utilitaria como el

seiscientos.

Tal estructura religiosa no aguantó el paso de los años ni

mucho menos fue capaz de apuntalar la fragilidad de una sociedad

montada de esta guisa. La autoridades eclesiales veían mermadas

las filas de los propios pastores, los seminarios se quedaban

vacíos, los católicos no acudían a las iglesias como antes,

sólo la gente mayor calentaba los bancos en los ritos, que

intentaban cambiar su presentación para paliar de alguna manera

la barrera del latín litúrgico...

Pero ni por esas. Se hacían experimentos con nuevas y a menudo

aberrantes liturgias para atrapar a obreros, a estudiantes,

mezclándose con todos ellos algunos curas inquietos en busca de la

clientela perdida.

Los tiros de la renovación no daban en la diana ya que los

"métodos" planificadores de la sociedad civil no funcionaban en

la Iglesia; el pragmatismo del mundo se había infiltrado

peligrosamente en las sacristías que aún quedaban abiertas. Hubo

bandazos a la derecha y a la izquierda...

Cabía pues preguntarse si se habían hecho bien las cosas o se había

vivido falsamente alagados más por el número, olvidando la calidad

del producto católico; si no había que luchar más por lo último, por

la esencia de la fe cristiana, antes que por el efectismo de la

potencia social, más por iluminar al mundo con una luz fuerte y

verdadera que salvar al ser humano de su sufrimiento

diario, del sinsentido de la vida, con la experiencia personal

del poder de Cristo vivo, que con la fuerza de la razón anclada

en la tradición; volver a una situación inútilmente conservadora

meramente cuantitativa, con una fe de "carretero".

La industrialización-dinero se había erigido en Dios de la

sociedad y la Iglesia, que se había “industrializado” también; el

"marketing" no le podía servir a ésta para evangelizar como era

imprescindible para la empresa para vender sus productos.

Ya no servía sólo la pastoral de mantenimiento para los creyentes,

inmersos en la nueva religión del consumismo.

Lo sagrado se diluía ante la efectividad del progreso y el poder

del dios dinero, capaz de apagar los más profundos

deseos de afirmación existencial, aunque fuera de manera

intermitente; nunca en profundidad.

En los años sesenta la sociedad dio un vuelco en lo tradicional;

la Iglesia, hermana de cada época en la que le ha

tocado vivir, se estremeció con aires nuevos; un hecho marcó el

antes y el después en la forma de entender las realidades

humano-cristianas en los últimos tiempos, el Concilio Vaticano II.

Se puede decir que la Iglesia cambia en este momento. Aparece en

ella la autocrítica y se analiza el mal propio y el de la

sociedad que le ha hecho despertar de una especie de letargo

secular en la que estaba malviviendo, perdiendo su identidad.

Los métodos que necesitaba la Iglesia para su propia

renovación y que miméticamente copió de los esquemas

del mundo,considerando el propio Evangelio desfasado para

una época de tecnologías punteras y desmesuradamente

explicativas del acontecer humano y del universo, se volvieron

en contra de ella misma y no habían servido más que para

prolongar una situación de deterioro interno y para dar una falsa

imagen de sí misma al mundo que pretendía convertir. Es en este

momento cuando, desde la humildad evangélica, se va perfilando la

auténtica cara de la Iglesia renovada. En ella se efectúa un

cambio que comienza en la autocatequización, la conversión

personal por la predicación de la fe en una persona: Jesucristo,

presente hoy en la tierra a través de la encarnación del Evangelio

en personas que han experimentado la verdad que lleva al Bautismo.

La premisa que encuentra diferente la estructura existencial

del hombre actual y la de hace cincuenta, cien o 2.000 años

es falsa. El hombre siempre ha necesitado ser salvado por otra

persona capaz de asumir cuanto deteriora su propio interior y

tal persona es Jesucristo, centro de la Historia, que se

prolonga en el tiempo y se hace visible en su Iglesia. La

salvación del hombre de su propia limitación, se realiza desde el

momento en que éste cree que Cristo es su salvador y lo

experimenta, siendo bautizado con él. Entender el Bautismo, el

propio bautismo recibido generalmente en la infancia, por la fe de

otros, es la catequización del hombre de hoy. Esta es la labor

primordial de la nueva iluminación que surge del Vaticano II y

que Juan Pablo II predica desde las parroquias que han

comprendido el alcance, en profundidad, que supone esta forma de

planificar una "táctica" para volver a tener no tanto "clientela"

y llenar el edificio de la iglesia, sino para que los primeros en

entrar en la conversión sean los pastores y los que se consideran

ya cristianos, para ser en verdad "sal", "luz" y "fermento" en

medio de una sociedad que está ya de vuelta de otros modelos que

no le han hecho feliz.

Hace falta un verdadero cambio de mentalidad en muchos

obispos, sacerdotes y cristianos que piensan que ya se lo saben

todo porque han estudiado teología y la han confrontado con las

realidades sociales de miseria que claman solidaridad en el

corazón humano, creyendo que el cristianismo vale sólo para esto,

aplicando una fórmula que en poco se diferencia de la empleada por

la UNICEF o la guerrilla... La originalidad del cristianismo no

puede consistir sólo en una "pegatina" con la cara de Cristo en

el envoltorio de métodos foráneos.

Lo novedoso del caso está en lo viejo de una doctrina que se halla

por encima de las normas y que es una persona muerta y resucitada

en el que reside todo poder y ama a esta sociedad, que no ha

encontrado en sus propios resortes la fórmula para quererse a sí

misma. El hombre de hoy está muerto y

bien muerto y clama desde su impotencia vital buscando a alguien

capaz de reconstruirlo. La nueva creación debe seguir los mismos

pasos que la operada en Cristo, también hoy parado, al lado de

nuestra tumba, para hacer el milagro sacarnos de ella, renovados,

por medio de la Iglesia.

Volver la cara a la Iglesia postconciliar es la salvación de este

siglo que clama ser salvado con urgencia.

Asumido el bautismo de forma experiencial, el cristiano puede ser

luz para este mundo; los frutos serán las obras del

Espíritu, abundando por doquier evangelizadores, maestros,

médicos, políticos, obreros, familias enteras con un signo:

la cruz de Cristo, con el resplandor de la Resurrección, para

iluminar un mundo que clama con todas sus fuerzas, desde su

indigencia personal.

Volver a ser persona, es posible.


viernes, 20 de enero de 2012

MICROCOSMO (Zamora)


MICROCOSMO (La Opinión de Zamora, Viernes, 27 Nov. 1992)

Jesús Masana Monistirol


Rodeados por doquier de tanto románico se nos viene a la

mente ese hallazgo de nuestros antepasados, que a ellos les

sirvió para estructurar toda una cultura de la que aún hoy

recibimos mensajes aleccionadores: que lo grande, se repite en

lo peque¤o, que el MACROCOSMO está en el MICROCOSMO, que el

hombre explica todo lo creado. Es un mensaje apocalíptico, que

no catastofista, sino manifestación de las cosas que han de

ocurrir en los últimos tiempos, en los que según

parece nos ha tocado vivir.

Porque también hoy el hombre repite el devenir del

universo, es una línea paralela junto a otra, a infinitas

líneas dirigidas a un mismo fin, no siempre conocido.

¡Cómo está el mundo! Redondo él, con todo lo del ozono, eso

otro de las guerras, el hambre, los bosnios...

­Cómo está nuestra nación! Con los dispendios, los "pufos"

de las comisiones, los "maastricht", las "filesas", las

encuestas, las devaluaciones, las oscuras muertes xenófobas...

­¡Cómo está la ciudad! Con sus calles, reflejo en pequeño

del mismo percal; esas casas que se caen, esos puntos azules

de la ORA clavados en la acera ya de por sí exigua, esos otros

puntos punzantes de jeringas amenazadoras, esos impuestos, esa

muerte agazapada aquí y allá¡...­Cómo está el Instituto "El Claudio"; talmente como la ciudad, el país o el mundo, no nos engañemos. Parece tan mono

desde fuera y tal vez también desde dentro...

Pero resulta que se ha comenzado a vivir en él sin permiso de Industria.

Estamos usando la luz, la calefacción, etc., pero por las

buenas. Naturalmente, el ascensor, elemento nuevo desde la

remodelación, está parado por aquello de que sería muy

engorroso tener un accidente en estas circunstancias. Nadie

parece querer asumir la responsabilidad del mencionado trámite

burocrático. Industria pide la colocación de un grupo

electrógeno que la empresa constructora no ha ubicado por

razones que ella juzga de peso; mientras tanto, como el

tiempo apremiaba, Delegación de Enseñanza di¢ el "placet" para

comenzar el curso; la dirección del centro y el Consejo

Escolar pasan del asunto y gestionan que la situación se

normalice, pero se lavan las manos.

Los padres quedan informados de este asunto si es que no lo estaban, porque

hasta el momento no han dicho ni p¡o, teniendo a sus hijos en

una situación no ciertamente aceptable legal y físicamente;

algunos de ellos tienen serias y a veces insalvables

dificultades en acceder a sus aulas por falta del elevador

parado "burrocráticamente".

Hay más "cositas", como escaleras interminables y con un

desnivel arquitectónicamente criticable; aulas con menor

capacidad que las antiguas, algún lavabo sin grifería,

radiadores goteantes... ¨Se puede vivir en un edificio del

que no se ha efectuado entrega de obra? Legalmente, no lo sé,

pero que vivimos y admiramos el "Claudio" desde hace poco más

de un más, sí es posible.

­Cómo estamos todos! Cada uno somos un mundo, una nación,

una ciudad, un "Claudio", tal vez hasta remozados, peinaditos,

pero, cómo somos... MICROCOSMO.

¿Catastrofismo? No, realismo, desde el que la reflexión y

la búsqueda de soluciones se podré hallar un camino en algún

rincón del mundo, el país, la ciudad, el "Claudio" o de uno

mismo para salir de la mediocridad. Creo que ello es posible,

tal vez dejándonos adoctrinar por el románico...