martes, 12 de agosto de 2014

EN ESTEMUNDO - 3

EN ESTEMUNDO

-¡Qué bonito es mi mundo, ¿verdad, geniecillo Dan?
-Oh, sí, es muy bonito. Yo he vivido toda la vida en él... Y ya tengo muchos, muchísimos años.  Yo sé todos los secretos del país.
-Quiero que me acompañes siempre, Dan.
Los dos caminaron un poco, en silencio, un silencio distinto del que  conocía, con sabor a siglo distinto...
-Dan. ¡Dan! . . . ! ! Dan ¡ ! -repetía el niño, como si fuera una campanilla (ese sonido que era bueno también en el país de los hombres)- suena a música muy hermosa tu nombre, me gustaría...
- Sí, ya se: te gustaría tener un nombre como el mío, ¿verdad?
- ¡Ya lo creo, Dan!
- Eso no puede ser; al menos por ahora. Tiene que pasar un poco de tiempo.
- ¡Pero yo quiero, Dan, búscame un nombre bonito comoel tuyo.
-Bueno, lo buscaré; lo buscaremos todos. Tendremos que reunimos todos los que habitanos en Estemundo, los animales, las cosas y las plantas. ¡Sería desastroso si tu nombre desafinara!
-¡Qué contento estoy, Dan!
Cada vez que pronunciaba su nombre era como si una cascada de notas se precipitara sobre mi cabeza.
Dan se fue a convocar a Estemundo. El recién llegado quedó solo por unos instantes.
Todo aquel espacio ardía de entusiasmo.
Le empujaban a un alto sitial.
-¡Este trono es para ti!
-¡SÍ!- gritaron mil voces, sonando como  canción de una sola sílaba.
-SÍ -vociferó el lejano eco de cien montañas de esmeralda.
-!Tú eres nuestro rey!
-¡Nuestro rey, nuestro rey! -Repitieron las montañas abriendo sus grandes bocas...
Una marcha triunfal atronó agradablemente el espacio lleno de fiesta.
Comenzó el desfile.
Tres veces el sol, un enorme brillante de infinitas irisacio­nes, se ocultó y tres veces vio el desfile...
Tres veces la luna, un disco grandote con cara alegre como las "lunas" que él pintaba antes, cuando pequeñito, salió y tres veces iluminó el espectáculo.
Todo este tiempo duro la marcha.
Todos los ganiecillos marcaban el paso o volaban a bandadas,
como las mariposas. Luego, las diminutas casas de madera, sonrieron también;
los hongos pequeños y las grandes setas, con zapatitos nuevos, cantaban con su oscura voz.

Después, los hermosos árboles de hojas brillantes con sus mu­chos pies... asomando un zapato en cada raíz ...