miércoles, 18 de julio de 2012

Una Pascua

Pascua, es lo mismo que decir Paso, tránsito.
Un amigo es quien ha pasado de esta vida visible, tangible, pasible, a la otra, eterna, ahora invisible, pero definitiva.
Jesús Serrat, catequista itinerante  -cuarenta años por estas tierras de Castilla y León- por caminos recorridos antes por otra persona entregada a los pucheros y a la oración, al polvo del camino y a la plegaria comunitaria de los conventos carmelitanos, Teresa de Jesus.
Como ésta predicó a Jesucristo.
El sufrimiento ha amalgamado la contundencia de su predicación querigmática: Cristo ha mueto y ha resucitado para que ni tú ni yo seamos vencidos por el sufrimiento y la muerte.
La Pascua de Cristo ha sido el centro de la predicación de Serrat y ahora ha sido su experiencia, al final de su vida tangible, entre nosotros; porque continúa aquí, muy cerca.
Su cuerpo descansa en el cementerio de Salamanca.
Sus catecúmenos lo han depositado en una tumba, lejos de su lugar de nacimiento, en Barcelona, para que descanse a la espera de la resurrección final y puedan ellos rezar por él, sabiendo que él lo está haciendo también por todos.
Su predicación continúa desde este próximo lugar, porque ha dado su vida, sus ilusiones, un proyecto vital de joven profesor ingeniero de veinticuatro años, a la predicación del Evangelio, sin alforjas y sin dinero, guiado por la fuerza de la fe en la Palabra de Dios, que cambió el rumbo de su vida; su recompensa ha sido lo que él predicó: "Al que crea se le dará el ciento por uno".

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