jueves, 24 de febrero de 2011

MATERNIDAD




MATERNIDAD Jesús Masana Monistirol
Madres hay muchas, maternidades, también.
La creatividad es maternidad. En estos momentos, yo mismo, soy madre de
este homenaje a la Madre.
La maternidad, como poder transmisor de vida biológica, ha
sido conferida, entre los humanos, a la mujer.
Algo maravilloso, importante y revolucionario, debe tener
este poder vital femenino cuando esa otra maternidad-creatividad
llamada ciencia ha hundido sus manos enguantadas en él y como
extrañas "comadronas", que no madres, sin derecho propio, ha
inventando madres-provetas y fecundaciones artificiales "in
vitro".
Lo tierno, entrañable y humano de la madre-mujer esperando,
junto al padre-hombre, el nacimiento de un descendiente, está
dejando paso a la psudociencia de los investigadores-madre,
clonizadores, compradores de semen errante en recipientes de
cristal y vientres de mujeres "desmadradas".
La narración bíblica de la creación sobre la faz de tierra es
un canto a la entrañable maternidad de Dios.
La maternidad humana participa así de la divina y no sólo como
un mero instrumento generador inicial sino como voluntario y
amoroso impulso que, lenta y sabiamente gesta, pare y acompaña la
existencia del ser-hijo, transmitiéndole los genes y el genio, las
costumbres, las propias experiencias educadoras, las pautas
sociales y hasta la propia maternidad-paterniad, modelando la Historia, a
impulsos de esta herencia ancestral.
El devenir humano, desde sus comienzos, recuerda la
importancia que siempre ha tenido la madre, tanto en el diseño de
las sociedades antiguas, como en las más cercanas a nosotros y en las actuales.
Hoy, nos debatimos en el vórtice de una crisis de identidad,
creyendo vivir en un "estatus" adulto, habiendo superado,
pensamos, los peores años del vaivén entre el matriarcado, el feminismo y el
machismo, entre la continuada represión de la fuerza física y la
obligada sumisión impotente del débil, entre la esclavitud y la
libertad.
No podemos sin embargo vanagloriarnos de pertenecer a una
sociedad adulta cuando estamos inmersos en la falacia de la
eutanasia y el aborto -selectivo o no-, que en aras de la
libertad, sacrifica al que no se puede defender o que engaña a
quien no ha descubierto, durante los años de vida ya
transcurridos, el sentido real del placer y del dolor, porque una
voz maternal nos ha comunicado la existencia de un hogar donde
puede verse satisfecho su deseo de felicidad compartida, para afrontar la
vida sin tener miedo y sin producirlo.
No hemos evolucionado tanto en comparación con los pobladores
de "Atapuerca" cuando hoy muchas mujeres mueren a manos de
"compañeros" incapaces de asumir ningún tipo de limitación,
marcadores de un atroz final teñido de sangre.
También hay algunas madres a quines les viene demasiado grande
este don, que pierden, abandonan, no pueden querer.
Pero, gracias a una maternidad bien entendida, muchas mujeres
con uno o muchos hijos, mujeres sin hijos de su propia sangre
pero con el corazón tan maternal como las primeras, han hecho
posible lo que de bueno, generoso y progresivo hace latir este
mundo nuestro desde que el primer ser humano comenzó a pisar su
superficie hecha de jóvenes hierbas y animales recién inventados.
Gracias a tantas madres y a la mía puedo dedicarles hoy yo
mismo, en el primer tramo del tercer milenio, este canto a la
maternidad.

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