miércoles, 3 de marzo de 2010

Estamos como estábamos HACE DIECIOCHO AÑOS

HA MUERTO CUPIDO. Jesús Masana Monistirol.
Hoy día el amor es otra cosa. Ni el pequeño arquero,
Cupido, ni la abundante matrona que nutre infantes,
ni S. Valentín nos sirven ya simbólicamente; busquemos
otra imagen... Todo se ve hoy de otra manera, más
"libremente" que antes, inmersos en una cultura
antagónica y agónica... Lo antagónico, para Hamlet: se
existe o no se existe; lo relativo, para todo el mundo:
una cosa es de color rojo o verde, azul o amarilla,
blanca o negra dependiendo de que "algo" ejerza de
condicionante. Lo agónico, se entiende, es lo que ya
no tiene remedio, lo que ya se muere...
Si este juego de palabras se limitara sólo a lo
periférico, a la zona cromática, no habría de qué
extrañarse excesivamente, pero la cosa no para aquí. Son
colectivos muy grandes de personas los que entran en
danza; son los propios gobiernos de naciones "cultas" los
que, desde su propia agonía, opuestos potenciadores,
esclavizan a ciudadanos agonizante; éstos se nutren de
una sopa comunitaria impregnada de consignas
subliminales y de leyes muy claras que conducen a la más
patética autodestrucción. La experiencia dice que
difícilmente dos personas piensan lo mismo sobre una
misma cosa; cada cual la observa desde puntos de vista
distintos... Eso, aplicado a un coche, a un vestido, a un
cuadro, pase; pero cuando el tema a considerar es de los
que están enraizados en el común de los seres, en nuestra
conciencia, en la interpretación de actos que nos
correlacionan, a los emanados de la propia naturaleza
desde la raíz de la especie humana, el caso es ya más
preocupante. Lo que ocurre hoy es algo que los moralistas
mañana tacharán de camaleónico y retrógrado, ya que el
pensamiento de los habitantes de este momento cambia
de un día para otro; tal proceder los (nos) lleva hasta
la auto inmolación, no precisamente generoso, sino
ciegamente egoísta, en una esquizofrenia patética.
Decimos que amamos, pero nos destruimos; decimos que
apoyamos la naturaleza y aniquilamos al que la puede
gobernar ordenadamente: la persona, nosotros.
Tal vez sea cuestión de miedo, miedo a lo
desconocido, terror a la vida. Es verdad que quien se
llama amante de la sociedad "popularizante",
"socializante", "ecologizante", "autonomizante" es el
mismo que, de hecho, la está destruyendo.
¿Cómo no se da cuenta la gente, nosotros, de tal falacia?
Una extraña raza política multicolor, convergente en
este mismo punto, ha invadido los gobiernos y los
parlamentos de las naciones. ¿Cómo si no dictan leyes que
favorecen la discriminación y la muerte?
Se halaga, de hecho, el estrato más egoísta de la persona;
se educa para amar con medidas terapéuticas, se engaña con un
"caramelo" al niño que es a veces la sociedad. El
gobierno se ha autoproclamado, por efecto de unos votos,
en moralista y experto ginecólogo de cuerpos e ideas.
Algunas leyes son un ayudante, un preservativo nacional
Que evitan neuróticamente al sufrido ciudadano la facultad de
pensar por sí mismo, de crecer como persona.
Cada aborto es la ultima criatura de un planeta en el
que sólo existen los abuelos y los padres que lo
engendraron y que apoyaron a sus gobernantes en la
confección de leyes absurdas, mancas de alguna premisa
fundamental, de algún supuesto importante (no
precisamente los del artículo 417 bis o del "cuarto
supuesto" revisado y aumentado)...
Cuando los que hemos favorecido de alguna manera tales
circunstancias hayamos muerto, la última pareja de nuestros
hijos comenzarán un largo viaje en busca de un planeta
nuevo en el que ni haya eutanasia ni mentes distorsionadas que la
propicien, donde no exista el aborto institucionalizado
arbitrariamente, donde a la vida se la descubra desde el
primer momento hasta el último donde está: en el amor al
otro, no al dinero del vecino o al dinero que el prójimo
poseería si llegara a existir. Sobran leyes agónicas y
faltan leyes que potencien el amor, fundamentado en el
respeto al que está a tu lado.
Hoy sobran los símbolos.
¡Ni Cupido, ni corazones entrelazados, ni matrona
nutriente, ni S. Valentín! Sólo
amor sin leyes agónicas y antagónicas que encorsetan un
derecho personal no manipulable impunemente.
El día Catorce, sólo amor más arriesgado y creador.

Artículo publicado en el antiguo periódico “El Correo de Zamora”, el día14 de febrero de 1992, válido hoy, por lo repetitivo del acontecer ciudadano, reacio a aprender y a pensar en lo que se nos viene encima.

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