Las raíces de todos los males, se ahondan en lo económico, siguiendo una dirección errónea; el sustrato que las alimenta es muy pobre en nutrientes. El árbol llamado crisis puede dar frutos si está plantado en un terreno menos pedregoso.
Lo socialmente correcto es sin duda tener dinero, disfrutar y poco más; es decir, no tender la mirada más allá de un palmo de nuestras narices.
En el plano histórico, si de ir a las fuentes se trata, nos tenemos que retrotraer a la etimología de la palabra, que proviene del griego cuyo significado es: acción, acción de discernir, lucha, litigio, proceso, decisión, juicio,
sentencia, condena, resultado, desenlace... El verbo que determina estas situaciones incita a la acción.
Es la primera de las actitudes que se requiere esgrimir ante esta etapa henchida de pesimismo; vivir en actitud positiva es aportar lo que cada uno puede dar de sí, en las limitaciones habituales y las que se nos imponen desde fuera.
Crisis /Acción.
Crisis/Discernir.
Concluir que el dinero, cuando deja de ser una ayuda y se convierte en un fin, es un enemigo a combatir es tal vez la primera acción de discernimiento que debemos emprender.
Crisis/Juicio, Sentencia, Condena.
¡Es tan cómodo tenerlo por amigo! Pero cuando la enfermedad propia o ajena, el desamor, la poca autoestima, la depresión, nos acosan, qué poco o nada puede hacer ese diosecillo-dinero adorado por todos...
Abonemos el terreno donde crece este arbusto con vocación de frondoso árbol con el abono que se fabrica en la propia donación, en la fraternidad, que es el punto de partida y de retorno de toda la Humanidad.
La crisis, vista así, es algo que nos hace ser más humanos; es buena.
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