Hace unos días fui a Olmillos de Castro, por la zona de Aliste y entré en su iglesia donde hace unos años pinté la imagen de su patrona, Santa Marina.
Estaba allí arriba, donde la dejé, empuñando el testimonio de su martirio, la palma, envuelta entre celestiales nubes. Un manto de regio bermellón de sangre derramada, una túnica blanca virginal y una corona, completan simbólicamente la personalidad de una joven con las ideas claras.
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