LAS MINAS DE ORO
-Su nombre…
-John Duard.
-Aquí, firme aquí.
John miró otra vez el papel impreso que acababa
de rubricar: un
compromiso de
servicio en la minas de oro de un rico
propietario de Joospark, el Sr. Drack.
-Puede incorporarse en el turno de las nueve, de nueve a seis de la tarde.
Son horas de duro trabajo -dijo el propietario al nuevo obrero.
Cogió su pico y se dirigió a la zona señalada
junto a un grupo de trabajadores.
Nadie se extrañó de su presencia. Estaban
acostumbrados. Se podía
decir que no había un solo obrero viejo, veterano. Además, casi no se permitía hablar.
El látigo hablaba en las manos del capataz
Rocker.
Trabajar, callar, ganar algo: esa era la filosofía existencial de aquellos grises trabajadores,
cuyas miras no alcanzaban más allá del vaso de licor y
la canana llena
de plomo.
SALLY DESAPARECE
A pesar de que el Sr. Tomas le ofreció
un puesto para trabajar en su
granja,John había preferido ir a la mina.
-¿Dónde te has metido durante este dia?
-He trabajado en las minas del Sr. Drack.
-¿Hay algún mal en ello?
-Malo, no. Eso es lo peor que podías hacer.
-Por qué.
- El dueño es un déspota.
-Yo le considero un gran señor, amante de la justicia. Esa es la impresión
que me ha causado.
-No te fíes de las apariencias que muchas
veces engañan, John. Ese es
de los que hace lo quiere y cuando quiere; se burla de la Justicia, no existe para él.
-Ya veremos -respondió John a Pecas mientras se dirigían a la granja.
El Sol se ocultaba
ya.
Algo misterioso y al mismo tiempo familiar se notó en la
agitación de los animales, los hombres y las cosas, en el aire denso, surcado por el chillar de los grillos y los ladridos de perros salvajes.
John miró a Pecas. Pecas giró sus ojos hacia su compañero. Ambos pararon sus
cabalgaduras. Ambos saltaron a tierra al mismo tiempo y se fueron aproximando silenciosamente a la pared
posterior de la casa de madera.
Un penetrante grito surgió de una angustiada garganta.
-¡Es la voz de Sally -dijo Pecas abriendo sus
ojos bajo el sudoroso cuero cabelludo, en evidente tensión.
El Sol escupió sus últimos fogonazos rojos y desapareció bastante lejos.
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