jueves, 19 de noviembre de 2009

ENTRANDO EN MATERIA Jesús Masana Monistirol

Está claro que la tolerancia supone un bien para la Humanidad, para la nación, para el individuo.
Pero no confundamos la tolerancia con la permisividad, en cuyo nombre todas las posturas de orden moral son similares; si alguna de tales actitudes viola los derechos universales, no debe ser apoyada ni equiparada al bien común.
El Gobierno nos quiere colar una serie de errores basados en la tolerancia y el consenso, porque una mayoría de ciudadanos le ha elegido con sus votos, no admitiendo más cortapisas que aquél determine.
El caballo de Troya es la Asignatura Educación para la Ciudadanía, donde se va desgranando ese tipo de ética tolerante y -¡OH contradicción! Predican tolerancia y se impone, por ley, en los estratos más sensibles de la sociedad –los que la van a definir en el futuro- como son los hijos, desde que tienen uso de razón hasta las puertas de la Universidad.
La persona humana existe con dignidad propia, que le confiere autonomía y que debe ser respetada por las autoridades, las mayorías, las minorías y los gobiernos. Cuando una ley determina los límites de la libertad y de la verdad, sin tener en cuenta la conciencia del individuo, puede llegar a arrebatarle su libertad.
Precisamente esto es lo que sucede en el caso de la intromisión del Gobierno, legislando para que todos nuestros hijos cursen “Educación para la ciudadanía”, que abarca todo el abanico de la docencia; para Primaria y Educación Secundaria Obligatoria, la asignatura se llama “Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos”; para Educación Secundaria Obligatoria, “Educación Ético-Cívica” y para Bachillerato, “Filosofía y Ciudadanía”; el mismo perro con distintos collares.
El primero en incumplir los derechos humanos, que supuestamente se imparte en esta asignatura, es el propio Gobierno que conculca la Constitución Española en su artículo 27.3, que afirma: “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”.
La imposición de lo que es en realidad una verdad, su verdad, fundamentalista, envuelve la mayor parte de los contenidos de EpC y es una espada de Damocles sobre la “ciudadanía” española. Es verdad que no todo el contenido de este cesto de manzanas educativas está podrido, pero las frutas que sí lo están impregnan la totalidad, convirtiéndose la totalidad en un postre impresentable para nuestra juventud, que requiere platos más sustanciosos, basados en la verdad, fundada en el principio universal: “No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti”, es decir, reconocer la ley natural, grabada en la conciencia de cada individuo, por encima de los condicionantes de razas, culturas, políticas y ambientes.
El revisionismo impregna la estructura de la asignatura que analizamos, siendo la familia el primer punto de mira de los diseñadores un mangoneo inadmisible en la cultura, la vida, la ética y la moral de la materia prima, los alumnos de toda España, a los que pretende adoctrinar según sus fines totalitarios.
La familia es el núcleo básico de nuestra sociedad y siempre estará fundada en la relación entre hombre y mujer, porque tienen la posibilidad de transmitir la vida; ni siquiera el término matrimonio puede ser objeto de manipulación, arrebatándole lo que es y significa para otros tipos de relaciones humanas, ya que éstas carecen de la esencialidad del matrimonio, que tiene el poder de perpetuar la especie humana, no sólo física sino intelectual y emocionalmente hablando; si son otra cosa, que se les llame de otra manera. Con esto no se discriminan otras formas de convivencia humana, que deben tener su reconocimiento legal, pero no equiparándolas al matrimonio, del que usurpan su esencia y aniquilan frente a la ley.
“La objeción de conciencia constituye una especificación de la libertad de conciencia, la cual supone no sólo el derecho a formar libremente la propia conciencia, sino también a obrar de modo conforme a los imperativos de la misma”. Esto es doctrina del Tribunal Constitucional en su sentencia 15/1982, de 23 de Abril.
Está claro que muchísimos padres y profesores topan con esta ley que implanta una asignatura que hiere sus convicciones, por lo que pueden adherirse a la objeción de conciencia amparados por la ley.
En nombre del esentido común, tolerancia cero para la asignatura Educación para la Ciudadanía.

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