LAS
FIESTAS POPULARES Jesús Masana Monistirol
Los
Ayuntamientos se las ven y se las desean para tener
contento
al pueblo -electorado-; colocan muchas bombillas
eléctricas
en las calles más adecuadas en vistas al voto
favorable
en las próximas municipales; hacen contratos
millonarios
con fabulosos grupos de gente que dicen que cantan
muy
bien, con el fin de tener contento al personal de diez y ocho
años,
no sea que se ponga "mosca" y vote al partido de la
oposición,
cuando llegue el momento; hasta los hijos de los
electores,
los pequeños, disponen de juegos temporeros y se lo
pasan
"chupi". Desde la mañana hasta el amanecer todo es una
gran
fiesta
popular. Ha llegado la fecha, en el inicio del verano, y
aunque
este año no haya habido cosecha, da lo mismo, toca hacer
fiesta
y se hace; porque, en el principio, la fiesta era una
consecuencia
de los trabajos y frutos del año; más tarde se
cristianizó
y un Santo capitalizó los días de agradecimiento
anual;
ahora se hace fiesta por la fiesta y, por encima de todo,
teniendo
como fondo las próximas elecciones... El pueblo está
contento
con el "panem et circenses".
La
multitud vociferante vomita sus borracheras multicolores a
la
luz del sol y de las luces festivas de la noche, imitando a
los
ídolos de la canción -alquilados por la Comisión de Fiestas-,
que
se preparan en cada actuación para repetir sus mensajes
esotéricos
con la fuerza de la inhalación, la bebida, la fumada
o
la infiltración -ya que de su mente de personas sensatas no
podrían
brotar las absurdas letras sin horizonte definido,
mezcladas
con insoportables volúmenes de decibelios que
ensordecen
la luz de la luna.
En
la misma sala aséptica de urgencias del hospital un miembro
del
grupo musical que acaba de dar -cobrar- el recital es
atendido
de la enésima reacción etílica, junto a cinco o seis
ciudadanos
que lo han escuchado, coreado e imitado en todo:
ahora,
todos juntos, forman otra original agrupación que emite
ruidos
dignos de ser llevados a un CD para ser trasmitido por
los
mismos altavoces que, momentos antes, bramaban la última
canción
de moda.
La
gente camina de aquí para allá, arrastrando a los niños
hasta
las tantas de la noche, en una especie de paseo iniciático,
buscando
no sé qué...
Puede
ser que falten aún algunas bombillas más
para
descubrir lo que realmente hace falta, porque bajo los
millares
de puntos luminosos, formando dibujos geométricos sobre
las
cabezas de los transeúntes, la droga circula más libremente
que
en los días ordinarios, hay más hurtos -más negocio-, más
accidentes
de toda clase, más insatisfacción...
Se
impone revisar todo eso; buscar las raíces auténticas de
las
fiestas populares y, como primera medida, ahorrarse tantas
lucecitas
callejeras para que, como mínimo, los Ayuntamientos no
despilfarren
los dineros del contribuyente en beneficio de
intereses
partidistas, en un tiempo de austeridad "convergente",
en
aras de la sinceridad administrativa; de otro modo lo que
realmente
queda iluminado es el trasfondo de las fiestas, la
falta
de principios y la pérdida de un fin plausible.
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