miércoles, 3 de octubre de 2012

LAS FIESTAS POPULARES



LAS FIESTAS POPULARES Jesús Masana Monistirol
Los Ayuntamientos se las ven y se las desean para tener
contento al pueblo -electorado-; colocan muchas bombillas
eléctricas en las calles más adecuadas en vistas al voto
favorable en las próximas municipales; hacen contratos
millonarios con fabulosos grupos de gente que dicen que cantan
muy bien, con el fin de tener contento al personal de diez y ocho
años, no sea que se ponga "mosca" y vote al partido de la
oposición, cuando llegue el momento; hasta los hijos de los
electores, los pequeños, disponen de juegos temporeros y se lo
pasan "chupi". Desde la mañana hasta el amanecer todo es una gran
fiesta popular. Ha llegado la fecha, en el inicio del verano, y
aunque este año no haya habido cosecha, da lo mismo, toca hacer
fiesta y se hace; porque, en el principio, la fiesta era una
consecuencia de los trabajos y frutos del año; más tarde se
cristianizó y un Santo capitalizó los días de agradecimiento
anual; ahora se hace fiesta por la fiesta y, por encima de todo,
teniendo como fondo las próximas elecciones... El pueblo está
contento con el "panem et circenses".
La multitud vociferante vomita sus borracheras multicolores a
la luz del sol y de las luces festivas de la noche, imitando a
los ídolos de la canción -alquilados por la Comisión de Fiestas-,
que se preparan en cada actuación para repetir sus mensajes
esotéricos con la fuerza de la inhalación, la bebida, la fumada
o la infiltración -ya que de su mente de personas sensatas no
podrían brotar las absurdas letras sin horizonte definido,
mezcladas con insoportables volúmenes de decibelios que
ensordecen la luz de la luna.
En la misma sala aséptica de urgencias del hospital un miembro
del grupo musical que acaba de dar -cobrar- el recital es
atendido de la enésima reacción etílica, junto a cinco o seis
ciudadanos que lo han escuchado, coreado e imitado en todo:
ahora, todos juntos, forman otra original agrupación que emite
ruidos dignos de ser llevados a un CD para ser trasmitido por
los mismos altavoces que, momentos antes, bramaban la última
canción de moda.
La gente camina de aquí para allá, arrastrando a los niños
hasta las tantas de la noche, en una especie de paseo iniciático,
buscando no sé qué...
Puede ser que falten aún algunas bombillas más
para descubrir lo que realmente hace falta, porque bajo los
millares de puntos luminosos, formando dibujos geométricos sobre
las cabezas de los transeúntes, la droga circula más libremente
que en los días ordinarios, hay más hurtos -más negocio-, más
accidentes de toda clase, más insatisfacción...
Se impone revisar todo eso; buscar las raíces auténticas de
las fiestas populares y, como primera medida, ahorrarse tantas
lucecitas callejeras para que, como mínimo, los Ayuntamientos no
despilfarren los dineros del contribuyente en beneficio de
intereses partidistas, en un tiempo de austeridad "convergente",
en aras de la sinceridad administrativa; de otro modo lo que
realmente queda iluminado es el trasfondo de las fiestas, la
falta de principios y la pérdida de un fin plausible.

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