(Cuento escrito
hace más de cuarenta años y de rabiosa actualidad, habida cuenta de las
trifurcas callejeras en las que se
envuelve el derecho a manifestarse y la violencia ácrata de sectores
extremistas que reivindican el poder sin pasar por las urnas democráticas)
EL CHICO
DE “COU” Jesús Masana El pobre diablo
-diablo, en el buen sentido de la palabra, claro- no había visto nunca cosa
semejante.
El ambiente era realmente
especial, pasteurizado, todo casi igual, algodonil, espiritual.
En el centro, sobre
una ventanilla cerrada, un letrero.
Se acercó: 1X2.
Con miedo opresor e instintivo llamó con los
nudillos de su temblorosa mano.
La diminuta ventana bostezó lateralmente mostrando la faz de
un funcionario de nívea barba.
-
Hola, jovenzuelo. ¿Cómo te llamas? - preguntó el anciano de
la ventanilla.
-
Oiga, señor
-protestó éste dejando de
temblar- creo
que no es necesario que le dé mi nombre para retirar uno de esos papeles para rellenar la
quiniela del domingo; por cierto, ¿me podría indicar dónde estoy? Todo eso me parece un sueño.
-Has llegado al 1X2 de la vida -dijo
el
inefable
personaje blanco de la taquilla, comenzando a impacientarse- ¡basta ya! Dame de una vez tu nombre. ¡Tengo
mucho trabajo!
-
¿El 1X2? Explíquese mejor, Papá Nolel;
porque Vd. es Papá Noel, ¿no?
porque Vd. es Papá Noel, ¿no?
-
Muchacho -le atajó bruscamente el funcionario-
no mezcles las cosas profanas con las que no lo son.
Y, para tu
información, te diré que, hace unos instantes, vivías, pero desde ahora, sólo
eres espíritu, alma, soplo; en pocas palabras: has
muerto. Si tan empeñado estás en ocultarme tu nombre, te incluiré
en la lista negra…
- No se moleste, ancianito - protestó el
"muerto”- me llamo José Ruidórez Rebóllez , para los amigos, Pepe, estudiante de
"COU".
— ¡Retruenos! Ya
empezabas a gastarme la paciencia -masculló el funcionario, colocándose unas
extrañas antiparras espirituales-.
De forma relampagueante,
repasó las interminables listas de nombres de un voluminoso
libro moviendo hojas y hojas con un
velocísimo toque táctil.
Por fin encontró lo que buscaba. Resopló y miró a
su
interlocutor por encima de las gafas.
Al pobre estudiante se le hicieron siglos los
pocos segundos que el misterioso anciano empleó para
leer y hallar algo…
-
Cada vez comprendo menos esos juicios de hoy
día –balbució el viejo-; en mis tiempos...
día –balbució el viejo-; en mis tiempos...
-
¿Qué dice ese libro sobre mí? -inquirió Pepe
impacientemente.
impacientemente.
Aparecieron dos robustos angelones, volando de
nube en nube. Traían un pote de pintura y
una brocha de pintor de paredes.
A una señal del
blanco funcionario marcaron
con chorreante
pigmento de color indefinido al pobre muchacho: X.
El poco tiempo que duró la operación pictórica
pareció divertir mucho a
los dos “angelitos” que hacían lo imposible por parecer serios,
protocolarios, pero la risa pugnaba por escapárseles a cada
instante. Cuando estuvieron un poco lejos, acabado su
trabajo, estallaron en mil risas, revolcándose entre nubes y nubecillas.
Pepe seguía temblando
con la gran equis en la espalda.
La voz del anciano grito desde la ventanilla:
-¡Al limbo!
Pepe Ruidóréz Rebóilez rebotó de espacio en espacio, de
resplandor en resplandor, con la misteriosa señal en el dorso de sus albas
vestimentas, hasta llegar a ¡las mismas puertas del Limbo!
¿Qué
había hecho Pepe? Mejor,
¿qué no había hecho para ir a aquel lugar?
No había sido ni bueno ni malo porque nunca supo
distinguir entre el bien y
el mal. Tal vez alguno pensará que
fue un idiota de nacimiento. No,
no fue tonto, pero
- y esto es lo
maravilloso- nunca supo qué estaba bien
hecho y qué no era correcto.
Mientras vivió hizo
sufrir a todo el mundo: a sus
papás, los profes del cole, los dos
canarios de su casa cuando tenía cuatro
años, el gato, a los
seis, los perros, a los ocho. Pero lo hizo
todo sin mala fe, porque
sí, sin darse cuenta de nada, dejándose
llevar...
¿Quién
sabe cómo es y
cómo no es el limbo?
Sigamos a Pepe por las interminables calles
de nubes asépticas hasta la entrada de su nueva morada.
¿Qué está
haciendo ahora?
Bulliciosa música
sideral sonaba tras la
acogedora y patente puerta del limbo, letreros luminosos,
pancartas de
bienvenida y voces, muchas voces, en honor de nuestro Pepe.
El que fuera estudiante
en la Tierra sintió la presión de una mano sobre su hombro.
-Me
llamo Andrés -se presentó el dueño de
la acogedora mano-; cuantos llegan a esta dilatada
mansión se les asigna un guía; yo seré el tuyo hasta que te encuentres
ambientado, como en
casa.
-Gracias,
Andrés. Yo me llamo José, Pepe
para los amigos -dijo el muchacho apretado la mano que se le tendía.
para los amigos -dijo el muchacho apretado la mano que se le tendía.
Los nuevos amigos
quedaron solos en aquella extensa "pradera" blanca.
|
-¿Te apetece un refresco,
Pepe? Seguramente el tipo de las oficinas de recepción te habrá mareado un poco...
-
No me lo recuerdes, Andrés.
-
A mí me ocurrió lo mismo y casi me remite
al
Infierno cuando “escocido”, le arranqué cuatro plumas a un angelote que me pintaba la
espalda...
-Se me olvidaba, ¡el refresco!
Diciendo esto y
ante la admiración del nuevo
habitante celeste, hizo un gesto con las manos y apareció una deslumbrante bandeja de
refrescos.
-
¡Es maravilloso! - acertó a pronunciar Pepe.
-
Esto no es nada – se excusó el anfitrión-.
Con un poco de entrenamiento también tú podrás
hacerlo; yo te enseñaré... Pero lo más
interesante es lograr un puesto en el "viaje".
- ¿El "viaje"? -le cortó Pepe acercándose
un
vaso a la boca.
vaso a la boca.
- ¡Claro! ¡Eres un 'neo'! – justificó Andrés.
Saciada su sed y con ademanes similares a los que
Saciada su sed y con ademanes similares a los que
sirvieron para traerlos refrescos, hizo desaparecer lo que de
ellos quedaba.
-No cabe la menor
duda que Andrés es para mí
un verdadero amigo -pensaba nuestro Pepe cuando
aquél se alejaba sonriendo.
-----------------------
Andrés se retorcía
de risa y gritaba a los cuatro vientos: ¡Es
una broma! ¡Es una broma!
- No hagas caso, compañero -oyó que le consolaban a su espalda.
Era una voz fina,
aflautada.
Pepe se volvió lentamente,
dejando de mirar por una de las mirillas del platillo volante, hacia el
que le habló:
-
No entiendo nada de
lo que me está pasando...
-
Andrés ha logrado incluirte en la lista de
los "viajeros" creyendo molestarte, pero
te ha hecho un gran favor... Se te otorga otra oportunidad -filosofó el de la voz atiplada.
Sí, José Ruidórez
Rebóllez formaba parte de la dotación de un platillo volante.
Mientras se colocaba en el lugar que se
le asignara como "viajero" hacia la Tierra
en el misterioso aparato, su cabeza
comenzó a dar vueltas.
¿Qué había pasado?
Intentó ordenar sus ideas.
El Limbo, la entrada en el mismo,
el anciano de la
taquilla...¿Y antes?
Por fin vino a su mente el hilo de la
cuestión...Recordaba un tremendo golpe en la
cabeza...un rugir de masas...las "masas” eran estudiantes...
estudiantes en plena manifestación. ¡Claro! Él era un estudiante que
participaba en la desordenada procesión...
-----------------------------
Aquella era la mañana
"H". Todo estaba
minuciosamente preparado para la magna reunión. Como
un solo hombre se echaron a la calle: eran estudiantes.
En su casa se lo repetían a menudo:
- Pepe, no te
dejes engañar, son cosas de los camorristas. Cuando veas la cosa oscura, ven a
casita.
Pero él se dejaba
llevar; era tan cómodo... y emocionante...
Como un rito,
retorcido y ruidoso rito, comenzó una vez más la manifestación, una más...
Gritos, pancartas, letrillas
pamfletarias, pasos,
corridas…
Más
tarde, policías, pistolas, mangueras de
agua, porrazos, gritos desgarrados, chillidos, gente
que corre, cristales desintegrados, coches ardiendo y, de pronto, un fuerte y doloroso golpe en la
cabeza de José Ruidórez...
¿Se pegó con el borde de la acera? ¿Le cayó una teja?
¿Quién lo podrá saber jamás? Cayó al asfaltado suelo...
+ + + + + +
Los potentes motores
del platillo comenzaron a funcionar. Todo parecía vibrar al compás de
sus impulsos: los reforzados cristales, los asientos y sus ocupantes, las paredes
de la máquina y todos los habitantes del limbo, reunidos a su alrededor, vociferando.
Pepe despertó de sus pensamientos.
-¿Qué
pasa?
- No debes preocuparte; esto ocurre cada vez
que un recién llegado en remitido a la Tierra. No has
tenido tiempo suficiente para conocer las reglas que rigen en el limbo... Un riguroso orden es norma
para designar quiénes deben formar la dotación
de los platillos que, periódicamente, son enviados a la Tierra...Cuando se produce la
excepción, como en tu cano, hay protestas...
El que había
hablado era uno de los que acompañarían, a nuestro amigo,
sentado junto a él.
Pepe insistió:
-
Pero nadie sabía que yo había sido incluido
entre los "viajeros"...
entre los "viajeros"...
-
Nadie que no fuera Andrés -le aclaró su
interlocutor-, es un experto en líos. Seguramente ha
sido él el que ha corrido la voz de tu presencia en la nave.
Entre el bramar
ensordecedor de los motores llegaban las confusas voces de los manifestantes.
- ¡Queremos una oportunidad!
-¡Abajo los "enchufados"!
-¡Justicia, igualdad de oportunidades!
-¡Abajo los "enchufados"!
-¡Justicia, igualdad de oportunidades!
-¡Esto no es Vietnam!
-¡Viva
Mao!
-¡Abajo!
Una nube de gases
quemados envolvió las voces y los vociferadores. El "viaje" había
comenzado. Despegaron.
Ya sólo llegaban muy débilmente algunas
sílabas ininteligibles cuando el platillo enfiló el
rumbo a la Tierra, después de
haber sobrevolado en círculo la indescriptible extensión del Limbo...
En las pantallas televisivas del aparato
intersideral los seis pasajeros pudieron contemplar, el paso de mil cuerpos
espaciales, diez mil estrellas (tal vez unas más).
- Pronto llegaremos a nuestro destino, compañeros
-informó el "viajero" de la voz atiplada-.
En las pantallas hay ya pequeñas
interferencias de las estaciones terrestres...
No había acabado de hablar cuando se comenzó a perfilar
la silueta de un ser humano. A los pocos instantes la visión era
perfecta.
-"Queridos
teleespectadores, como ya les
hemos venido anunciando, les presentamos, a
continuación, un reportaje pormenorizado de las últimas manifestaciones
estudiantiles, vergonzoso espectáculo de una sociedad que se llana
civilizada.
Con voz en
"of" fue relatando pormenores e ilustrando lo que se narraba.
-Con tácticas
militares, dejando
atrás todo respeto a la autoridad, se precipitan en
estos momentos contra el triple cordón policial. Tanto policías como estudiantes usan casco
protector y porras de goma y otros
elementos contundentes. Aquellos
lanzan sus granadas lacrimógenas y
abren las mangueras de agua contra
los manifestantes que retroceden, después
de haber incendiado doce vehículos oficiales y dejar
fuera de combate a
trece agentes de la seguridad,
éstos logran reducir por la fuerza a doscientos...Los Partidos
pro-comunistas y pro-chinos dedicaron todas
sus fuerzas en el intento de que esta
manifestación se llevara a cabo...Y,
entre las pretensiones de cambio de Rector de la
Universidad, de Plan de Estudios y del
Ministro de Educación, se han pedido aumentos de
sueldo para los trabajadores
y buenos trates para les prisioneros del Vietcong.
Con
estas Palabras terminó el reportaje gráfico-televisivo
y apareció en la televentana la
amable sonrisa
de una presentadora que anunció,
tras cinco minutos de insistentes anuncios.
— Muchas gracias por su atención, amables
teleespectadores. A continuación, y por reajusten en
nuestros
programas, les ofreceremos unos momentos de dibujos animados...
La femenina faz se alejó en la blanca
penumbra de la Pantalla que cesó bruscamente de
retransmitir imágenes mientras los altavoces de la nave gritaban:
-Les habla el
piloto automático del platillo. En pocos minutos tomaremos tierra. Ajusten los
aparatos de seguridad de
sus propios asientos.
Pepe, después de
dudarlo mucho, llamó a la puerta. Se oyeron, pasos menudos. Se abrió la
Puerta.
-Hijo, ¿eres tú?
-dijo la señora, al
ver al muchacho.
-Hola, mamá-dijo éste entrando tras ella.
-¿No te ha pasado
nada malo? Deja que te contemple.
La emocionada señora no se cansaba de
mirar y abrazar a
su hijo. Éste se desprendió de
ella y se dejó caer en un sillón.
-
No, mamá,
no me ha pasado nada... Estoy perfectamente.
-
Gracias a Dios, menos mal -suspiraba
la pobre mamá-, tu padre ha salido hacia el hospital
para ver si te encontraba… Pero, ¿de veras no te ha pasado nada?
Estás tan quieto, tan extraño...
El chico hizo un
gesto con los hombros, tomando el periódico.
-
Oh, aquí habla de la manifestación...
-
Sí, hijo, lee eso. Tu nombre aparece
en los que
han sido heridos ... Todos temblábamos
por ti... Siempre te hemos dicho: Pepe, no te dejes engañar, son
cosas de los comunistas.; cuando veas la cosa oscura,
ven a casa.
- Claro, mamá.
Era verdad. Su nombre
estaba allí: Pepe Ruidórez Rebóllez, con letras en negrita, de periódico.
¿Una
equivocación?
Una llave giró en
la cerradura de la puerta del piso de los Ruidórez: llegaba papá.
- Menos mal -suspiró al ver a su hijo
sentado tranquilamente junto a la mesa- hace rato que sufríamos todos, pero veo que estás bien.
sentado tranquilamente junto a la mesa- hace rato que sufríamos todos, pero veo que estás bien.
Pepe
se levantó y saludó a su padre, que
tomando el periódico murmuraba.
tomando el periódico murmuraba.
- Esos periodistas mal
informados...
D. José Ruidórez,
aliviado, rio a
gusto con el periódico entre los dedos, sentado a mesa, que su mujer
estaba preparando para la comida. Pepe había salido a lavarse
las manos.
-
Oye, José, ¿no han
notado algo raro en nuestro hijo? -dijo la señora, dejando los platos sobre el
blanco mantel.
- No, mujer,
-contestó fijándo su atención en una noticia.
“…la criada, al
tender la ropa en la terraza, vio claramente cómo
un platillo volante se posaba no lejos de donde ella estaba. Salió corriendo y descendió a la sala, donde se encontraba la señora de la casa contándole lo que había
visto. Cuando las dos se hallaron en
la terraza y miraron en la dirección en que apareciera el misterioso artefacto
no vieron más que una mancha oscura en el
suelo". -¡Es fantástico y sencillamente tonto! ¿No te parece, Josefa?
-¿Cuándo se come
en esta casa? -dijo festivamente el hijo entrando en el comedor.
- ¡Ahora! -respondió doña Josefa encaminándose
a la cocina, sonriendo.
a la cocina, sonriendo.
A D. José le hizo
mucha gracia lo del platillo y, hundiendo su cuchara en la humeante sopa preguntó a su hijo.
-
¿Qué pueden ser los platillos voladores? Yo opino que es un
cuento, un cuento más de los periodistas.
-
Sí, debe ser eso, papá -murmuró Pepe
atragantándose y quedando, a continuación, como hipnotizado, ausente.
atragantándose y quedando, a continuación, como hipnotizado, ausente.
-¿Qué te pasa? ¡Hijo,
¿te encuentras bien?-exclamó su
madre, asustada.
El muchacho, despertando de su fugaz letargo, miró a
sus padres.
-
¿Dónde estoy? Ah, sois vosotros.
-
Desde luego; reconozco, hijo, que estás algo
rarillo,
como si vinieras del limbo -suspiró D. José secándose los labios con su
servilleta preferida de rayas verdes y amarillas.
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