Se inclinaba y
veía su rostro arrugándose en la
superficie ondulada del agua. Los peces
de la fuente sacaban su cabeza del agua para pronunciar su
nombre para dejarlo navegar por la inquieta superficie como una hoja seca.
Era
muy feliz.
-
Dan, ¿durará mucho esta
dicha? Creo que todo esto es un sueño
-
Sí, Este, hasta que
quieras... Mientras dure Estemudo, tu reino.
-
Dan, quiero que sea
siempre así,
siempre.
El pequeño amigo del niño se apenó.
El pequeño amigo del niño se apenó.
- Estoy a punto
de llorar, Este. Un día nos vas a dejar; lo sé, porque conozco tu corazón.
— No digas esto, es muy triste.
— Es la
verdad. Nosotros desapareceremos y nos odiarás cuando sólo seamos para ti un
recuerdo de la niñez...
- ¡No Dan,
no quiero que os vayáis!
Una densa niebla
se extendió por doquier.
- Es la Bruja que está alejando algún
mal de Estemundo -dijo Dan.
Los dos amigos comenzaron a andar hacia la choza donde habitaba la Bruja. A través de la ventana la
descubrieron mezclando raros potajes, gesticulando y pronunciando extraños
sortilegios.
Ella no se dio cuenta de su
presencia…
Se colaron por una rendija de la
puerta entrando estaba la bruja. Se acurrucaron tras una gran tinaja espiando
a la vociferante mujer.
- ¡Males, alejaos de Estemundo! -gritaba ella gesticulando
sobre un fuego azulado que salía de una rara substancia. El humo procedía de la
marmita que
sostenía con una mano mientras con la otra agitaba una varita.
-¡Este humo ocultará
Estemmdo a todos los males!
La bruja deambulaba
de un parte a
otra. De cuando en cuando miraba una gran bola de cristal donde se veían
todas las cosas que podían hacer algún mal a Estemundo.
El nuevo rey quería acercarse un
poco más pero Dan le asió por la manga y le hizo signos de negación
con la cabeza.
De pronto dejó de salir humo de la choza y
todo volvió a la normalidad. El peligro había pasado.
- Vámonos, ya no peligro
- habló Dan en voz baja.
Salieron
de la casa de la vieja que se encontraba postrada en un rincón de la choza.
Volaron sobre tejados de hojas brillantes hasta el palacio real de ventanas de oro y
columnas de mármol.
Hasta había
soldados guardando los jardines y las puertas.
¡Él era el rey!
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