lunes, 10 de noviembre de 2014

ESTEMUNDO 9


Se inclinaba y veía su rostro arrugándose en la superficie ondulada del agua.      Los peces de la fuente sacaban su cabeza del agua para pronunciar su nombre para dejarlo navegar por la inquieta superficie como una hoja seca.
Era muy feliz.
-  Dan, ¿durará mucho esta dicha? Creo que todo esto es un sueño
-  Sí, Este, hasta que quieras... Mientras dure Estemudo, tu reino.
-  Dan, quiero que sea siempre así, siempre.
El pequeño amigo del niño se apenó.
- Estoy a punto de llorar, Este. Un día nos vas a dejar; lo sé, porque conozco tu corazón.
— No digas esto, es muy triste.
  — Es la verdad. Nosotros desapareceremos y nos odiarás cuando sólo seamos para ti un recuerdo de la niñez...
  - ¡No Dan, no quiero que os vayáis!


Una densa niebla se extendió por doquier.
- Es la Bruja que está alejando algún mal de Estemundo  -dijo Dan.
Los dos amigos comenzaron a andar hacia la choza donde habitaba la Bruja.       A través de la ventana la descubrieron mezclando raros potajes, gesticulando y pronunciando extraños sortilegios. 
 Ella no se dio cuenta de su presencia…
 Se colaron por una rendija de la puerta entrando estaba la bruja.   Se acurrucaron tras una gran tinaja espiando a la vociferante mujer.
- ¡Males, alejaos de Estemundo! -gritaba ella gesticulando sobre un fuego azulado que salía de una rara substancia. El humo procedía de la marmita que sostenía con una mano mientras con la otra agitaba una varita.
-¡Este humo ocultará Estemmdo a todos los males!
La bruja deambulaba de un parte a otra. De cuando en cuando miraba una gran bola de cristal donde se veían todas las cosas que podían hacer algún mal a Estemundo.
El nuevo rey quería acercarse un poco más pero Dan le asió por la manga y le hizo signos de negación con la cabeza.



  De pronto dejó de salir humo de la choza y todo volvió a la normalidad. El peligro había pasado.
- Vámonos, ya no peligro - habló Dan en voz baja.
Salieron de la casa de la vieja que se encontraba postrada en un rincón de la choza.
Volaron sobre tejados de hojas brillantes hasta el palacio real de ventanas de oro y columnas de mármol.
Hasta había soldados guardando los jardines y las puertas.

¡Él era el rey!

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