miércoles, 19 de junio de 2013

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ELECCIONES MEDIEVALES     Jesús Masana Monistirol


Detalles de dos capiteles del  presbiterio de Chauvigny, (Francia).

    Desde las profundidades de la memoria histórica medieval aparecen imágenes de cariz propagandístico de las que beben los carteles que hoy invaden nuestra vida, cuando hay elecciones. Entonces se trataba de valorar  lo mejor que tenía el ser humano, su trascendencia, y se luchaba para potenciar el discernimiento entre lo efímero y lo eterno; ahora, para dar al ciudadano “calidad de vida”, un paquete en el que puede entrar de todo.
   Por medio de la decoración de las iglesias y con la liturgia que en ellas se desarrollaba, desde las lecturas de los libros piadosos y las imágenes de los Beatos, se adoctrinaba a la “ciudadanía” con el fin de coordinar una sociedad con  parámetros de convivencia suficientemente sólidos  y por ello, duraderos.
   Esta oferta visual y vivencial ha llegado hasta nosotros. Ahí están nuestras iglesias románicas de Zamora y sus hermanas del resto de  Europa. De una de ellas hemos sacado dos imágenes que pueden ilustrar nuestros asertos.
   Las campañas electorales no son originales y paradójicamente, utilizan fuentes cristianas, recurriendo subliminalmente a ellas con los mismos recursos visuales.
   En el cartel de un partido fundamentalmente anticristiano, aparece el signo + medio ladeado, una cruz ambigua, como la que muestra el demonio de un capitel de la iglesia románica de Chauvigny, remedo de la cruz cristiana, que la “mona” de Dios –así denominado Satanás por los escritores cristianos- muestra a sus seguidores, con una sonrisa fingida, del más puro cariz propagandístico, franqueado por dos acólitos, que no han encontrado aún un disfraz, pero que muestran su satisfacción animalesca.
   La imagen que acompaña a la anterior no ofrece ninguna duda y desarrolla plenamente la doctrina contenida en el libro que ostenta la cruz oblicua: el que sigue sus doctrinas será engullido sin remedio por quien las difundió.
   Desde las pilosidades más pequeñas de las raíces de la Historia medieval llegan hasta nosotros las enseñanzas de los Beatos, realizados no muy lejos de donde nos hallamos, en el monasterio de Tábara; en ellos se describe lo que va a ocurrir en “los últimos tiempos”, los actuales. Entre avisos celestiales y cataclismos terráqueos, aparecen los ángeles, luchando contra los que siguen al Gran Dragón, la Serpiente de siete cabezas y diez cuernos, el que está marcado con un número es el 666. Sus seguidores llevan la señal en la mano. Esa mano cerrada con el índice arqueado, signo identificador de otro partido, qué es sino un seis, que identifica un proselitismo evidente y una llamada a recordar su contenido apocalíptico.
   Pretenciosamente, la mayoría de los partidos, en unas elecciones generales, se equiparan, por los signos con los que se identifican y las doctrinas que propalan, en lo que aquellos libros, escritos sobre piel de cabra, vaticinaban para este siglo. Ha aparecido una especie de  Anticristo cuyas señales aparecen por todas partes: La imposición de una enseñanza totalitaria para “educar a la ciudadanía” en principios ateos y antihumanos, el desprecio a la vida de los no nacidos, la eutanasia, la manipulación de la vida sin ningún freno ético ni moral, es admitido y legalizado por una  mayoría que hace bueno lo que se le acomoda.
   Tal atrevimiento llega a crear la confusión, al usar términos que habitualmente se utilizan en la vida de la fe en Dios;  para convertirlas en slogan de una campaña que invita en dar el voto para que, quien obtenga la mayoría, haga lo que le apetezca, al colocarse en sitio de aquél.
    “Motivos para creer”, “Votar con todas las fuerzas”, “Con la cabeza y el corazón”, son otros tantas llamadas entroncadas en el mundo de la cultura cristiana, que es orillada habitualmente por los que desatan estas campañas publicitarias, pero de la que se sirven cuando les interesa.
   Dar un mitin en una iglesia, con un crucifijo detrás y mentar la fe, con un contenido electoralista, para apoyar un programa en el que  no se tiene en cuenta a quienes creen en Dios, es una temeridad, por etiquetar la acción de una forma benévola. A quien se ama con todo el “corazón” y con “todas las fuerzas” es a Dios y no a unas promesas que nunca se llegan a cumplir o que están mezcladas con tantos intereses espurios.
   Los votantes de a pie pedimos que no se nos manipule tan fehacientemente y que se llame al pan, pan y a la política, ¿qué?
   Mejor nos iría si contempláramos más a menudo los capiteles y las piedras todas del románico zamorano, o de otra parte, leyendo su mensaje perenne.
   Bienvenidos con todo los carteles de propaganda por recordarnos que tenemos raíces y que éstas están bien fundamentadas en la cultura cristiana, fundamento de España y de Europa.


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