domingo, 25 de noviembre de 2012

LA CARA


La Opinión El Correo de Zamora
Jueves, 27 de mayo de 1993
Ventana abierta
La cara
JESÚS MASANA MONISTIROL
Las muchas caras que nos vamos colocando delante de nuestra  propia cara por medio de los papeles y de los efluvios televisi­vos y aquellas otras que en la mente que­dan, plasmadas por la palabra y los juegos malabares de la imaginación, todo ello per­geñado por la precampaña electoral, no ha­cen más que repetir conceptos, frases y alu­siones directas al rostro del contrario para aureolar el suyo propio. La cochina envidia,  la codicia del mando y el interés más solapado anidan en expresiones tales como:
    - Qué morro.
    - Vaya rostro.
    - Qué jela.
    - Mucha cara.
    - Por la cara.
    - Hay que echarle cara al asunto.
    - Hay que estar ciego,..
    - Habrase visto,
    - Tiene lengua de víbora
    - Cara, que es un cara.
    - Caradura,
    - Carota,
    - Tiene dos caras,
    - No tiene cara ni nada...
    -Etc, etc...
Las caras están ahí, han estado siempre, pero ahora, cual si de otro carnaval de más­caras se tratara, nos asedian, nos obsesionan, nos recuerdan que estamos inmersos en una cultura del rostro, y ¡qué rostro...!
Es ésta una sociedad que gira en torno del rostro, pintado, aparente, resultón, a impul­sos de la electrónica, plasmado en las pági­nas de los periódicos, las revistas, los pasqui­nes, los panfletos, los electrones vagando por el espacio, rebotando en los satélites y en las parabólicas o serpenteando en los cables de fibra óptica bajo nuestros pies, imágenes convergentes en el cuadrilátero oscilante de la televisión, esa cara plana omnipresente —por algo será que en la última legislatura se han aumentado fabulosamente los apara­tos cara / visores...— en todos los volúme­nes donde el ser humano dice que vive.
Rostro fugaz el de hoy día, rostro de campaña electoral, que a lo sumo dura unos pocos años, hablando, prometiendo, conso­lando, engañando, justificándose, por amor al pueblo, eso sí.
Rostros, los de estos momentos, descali­ficándose entre ellos, narcisos todos, no admisores de la belleza del otro, mirándose en los espejos mágicos de la sociedad desoientada, dividida en corpúsculos indecisos que se agrupan en zonas que reflejan una madurez relativa sobre la que se va consoli-dando-desedificando la democracia, poco a poco, en una ambigüedad pareja al rostro cambiante de los gobernantes que han sido y serán...
La precampaña electoral es una memez facial trasnochada. Propongo que la campa­ña no se base en los rostros, que los forja­dores de imágenes, los publicitarios de la cara, nos muestren las manos de los candi­datos, manos limpias, sin guantes, abiertas, vacías de intereses, capaces de acariciar al necesitado, no amenazantes, indulgentes, no prepotentes...
No necesitamos caras que basan sus pro­mesas en la utopía y menos en la destrucción sistemática del otro rostro, sino que necesitamos manos fuertes, capaces de con­ducir al pueblo por un camino que ya está dibujado en la Constitución: la justicia y el derecho para todos.
El rostro de la sociedad española está expectante  sus manos, de momento, están giradas hacia arriba, en actitud de detención. Que no se nos pongan las esposas y nos den en la otra mejilla...

 A cuento con la recientes elecciones catalanas.

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