Guadalupe
Ramos1
data esta hermosa iglesia como del
siglo
XII y hace notar sus características, entre éstas,
describiendo
el exterior del ábside, los modillones "más
bien
pequeños, y muy variados en cuanto a su motivo
decorativo,
está entre ellos el de rollos de origen
califal
y el de conos verticales, como los veremos en
Santiago
el Burgo, San Esteban y otras iglesias
zamoranas."2
Esos
modillones los catalogamos como canecillos, ya
que
su forma y función son iguales. El cuerpo lateral
sur,
de los tres en que se divide el ábside, nos interesa
especialmente,
ya que los dos canecillos extremos,
adosados
a sendos capiteles (simbólicas cabezas) de ambas
columnas
exteriores que delimitan dicho espacio, son dos
cabezas
de animales (leones?). Parecen ser los
guardianes
de los otros cuatro que ostentan motivos
diversos;
uno con tres estrías horizontales (produciendo
cuatro
zonas), otro con tres bolas, el tercero con dos
gruesos
filamentos entrelazados con una bola al final de
cada
uno de ellos y el cuarto con una estría vertical.
Nos
parece adivinar una simbología numérica que nos
remite
al uno, al dos, al tres y al cuatro: Los números
primeros,
los capitales, el uno, Dios; el dos,
Jesucristo;
el tres, la Trinidad; el cuatro, la creación
(cuatro
ángulos del mundo, cuatro ríos del Paraíso...).
Otro
canecillo, mostrando la cara de un animal similar
a
los dos anteriores, se halla al otro lado de la columna
que
divide el espacio central del ábside con el
anteriormente
descrito. Tres canecillos-rostro más, dos
humanos
y el tercero animal, se hallan soportando la
cornisa
inmediata al rosetón que se halla en la vertical
de
la puerta sur; esta serie la completan otros siete,
con
variada ornamentación floral o geométrica. El orden
ocupado
por dichos rostros es, desde el ábside, el
primero,
de simbología geométrica, el segundo de rostro
animal,
el tercero es abstracto y el cuarto y quinto son
rostros
humanos.
Entre
los dos contrafuertes del flanco derecho de la
puerta
sur de la misma iglesia, sobre una ventana,
encontramos
otro rostro humano en uno de los cinco
canecillos
de la parte de alero que corresponde a dicho
espacio,
entre los mencionados contrafuertes. En la parte
norte,
otro canecillo con rostro de animal, similar a
los
del ábside, asoma rozando la parte superior de uno de
sus
contrafuertes. Dicha cabeza se halla junto a un
canecillo
que muestra una rueda con ocho radios curvos,
dos
swásticas con un mismo centro, símbolo del
"torbellino
creacional",3
de un nuevo orden
resurreccional.
Un tercer canecillo, éste de forma tronco
piramidal,
con una hendidura triédrica, completan la
tríada
de un contrafuerte a otro.
PUERTA
DE LA MAGDALENA DE ZAMORA.
De
la iglesia de la Magdalena, situada en el casco
antiguo
de Zamora, su puerta sur muestra seis arcadas
profusamente
decoradas e invita al caminante a pararse y
meditar.
En el arco más exterior, cuarenta y seis rostros
sonrientes
hacen visible tal invitación (cuatro de ellos
han
desaparecido por el desgaste de la piedra, pero su
lugar
aún hace patente su presencia, por analogía con los
restantes,
bastante bien conservados). Otros dos
rostros
humanos igualmente risueños están en la segunda
arquivolta
decorativa, uno de ellos en la vertical de
punto
más alto del arco, el segundo pertenece al busto de
un
prelado, con un báculo en la mano izquierda.
El
número es un elemento simbólico con el que los
artífices
logran aproximar al creyente a Dios, como
afirma
san Zenón de Verona: “Cristo es el día realmente
eterno
y sin fin que tiene a su servicio las doce horas
en
los doce Apóstoles y los doce meses en los
Profetas.”4
Aparece
aquí el número uno, en la cara del león, en el
único
rostro del joven y en del prelado; la
multiplicidad,
en las 46 pequeñas cabezas. El número
cuarenta
hace relación a los cuarenta años de camino por
desierto
del pueblo judío, a los cuarenta días de ayuno de
Cristo
o los cuarenta días de la cuaresma. El número
seis
es el número creacional. Uniendo los dos conceptos,
podemos
afirmar que se trata de una creación tras una
penitencia;
seguramente como sucedió con María
Magdalena,
pecadora arrepentida, titular de la
iglesia.5
La
cabeza que se halla en la parte superior de la
mencionada
arcada es barbilampiña y sonriente, el cabello
le
cae sobre la frente en dos rizos y es largo por los
flancos
de la cara, dejando al descubierto las orejas;
se
trata de un joven, al que Guadalupe Ramos da como
posible
atribución la de Cristo.6
De ser ello cierto
sería
muy interesante, ya que son pocos los rostros de
Cristo
representados de este modo, proliferando los de
Cristo
Majestad, serio y con barba. Hace relación, sin
duda,
a la visión feliz del hombre nuevo de S. Pablo,
cuyo
prototipo es Cristo.7
APROXIMACION
La
alegría del rostro en medio de la naturaleza es la
protagonista
de esta puerta singular. Su aspecto
creacional
desparramado en sus arcadas, en número de
seis,
simbolizan la fuerza de Dios en su manifestación
temporal.
El hombre, desde la puerta, dominando la
naturaleza,
multiplicada su faz en la arcada superior;
Dios,
en el interior del templo, descansando tras los
seis
días de la creación aún no perfecta. Las ocho
columnas
que sustentan las arcadas hacen pensar en el
misticismo
del octavo día de la nueva creación. De lo que
no
cabe duda es del aire festivo que emana tal puerta,
ya
que todos los rostros, tanto los de la última
arquivolta
como los del citado “joven”, el del prelado e
incluso
el del león de cuyas fauces sale toda la
decoración
vegetal8
de la penúltima arquivolta; todas
las
caras están sonrientes. Según Champeaux las máscaras
de
cuyas bocas salen tallos son símbolos creacionales.9
Es
de un rostro de donde procede la creación y ésta,
gloriosa,
nueva, resucitada. Es la invitación al pecador
(la
iglesia está dedicada a una gran pecadora
arrepentida,
María Magdalena) a que penetre en la nueva
vida
-hombre nuevo- que se gesta en el interior del
templo.
Los rostros de la última arquivolta simbolizan la
alegría
del justo, son como frutos del árbol de la vida
que
representa la puerta toda, llena de motivos
vegetales;
la interpretación de Honorio de Autun remite
a
la gestación y de ésta al alma, alojada en la cabeza
repetidamente
alegre.
La
portada toda es un rostro abierto a la gloria, es
una
boca que pregona las hazañas del Señor sobre las
asechanzas
del demonio -los monstruos de los capiteles
con
rostros de hombre y cuerpo de ave, cola de dragón o
pezuñas
de caballo- agazapado, retorciéndose alrededor
del
árbol.10
1CF
Ramos Guadalupe, El arte románico en la Provincia de
Zamora, P 122.
2IBID,
P 124.
3CF
Champeaux & Sébastien, IBID, P 37.
4CF
Introducción a los símbolos.
5Para
Honorio de Autun el número 46 es el número de Adam , que en
la letras griegas a=1, d=4, m=40, es decir un total de 46, de lo que
también deducía que el alma se unía al cuerpo 46 días después
de la concepción. CF Sebastián, S., IBID, P 102.
6CF
Ramos, G., El arte románico en Zamora, P 127.
7“..Hacer
que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo está en los cielos y lo que
está en la tierra.” (Ef 1, 10). “...para crear en sí mismo, de
los dos, un solo Hombre Nuevo...”(Ef 2, 15). “Y a revestirnos
del Hombre Nuevo, creado por Dios, en la justicia y santidad
verdaderos.” (Ef 4, 24).
8Es
sol y símbolo de la resurrección, según Beigbeder. OP.
CIT. P 291.
987
CF Introducción a los símbolos, P 483.
10Según
Guadalupe Ramos, la iglesia. OP. CIT. P 128
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