JESUS
MASANA MONISTIROL
ANÁLISIS
DE LA IMAGEN
Enseñar
a
analizar las imágenes que invaden nuestro campo visual
tras una buena lectura de los mensajes publicitarios, explícita
o implícitamente diseñados como tales, es una labor que
compete a cualquier profesor, ahora, en la ESO, más que antes
de la Reforma educativa.
Se
impone conservar, recuperar o adquirir a toda costa un criterio
analítico y crítico con suficientes elementos básicos por los
que pasen, como por un tamiz ético, las basuras y los aciertos
de la televisión, las noticias de la radio, los mensajes escritos de
los periódicos y revistas, los carteles publicitarios y las
cartas a domicilio invitándonos a tal o cual reunión —con regalo
incluido—, ignorantes nosotros del método empleado por los
remitentes para hacerse con nuestra dirección...
Se
nos muestra cada día que las sonrisas, las disertaciones
audiovisuales de los vendedores de "cosas" para comer,
beber o vivir, o de los políticos, se han convertido en trampas que
llevan: de la imagen, al desencanto personal y nacional, de la
promesa de una justa distribución de la riqueza nacional, al
despilfarro y enriquecimiento de unos pocos —los
mismos que prometían ser repartidores de los sudores comunes, y
fieles conductores de los tele-audio-lecto-come-imágenes, todos los
ilusos votantes, subditos de un sistema que no funciona—.
Las
últimas elecciones dieron el poder a una imagen: Felipe
González. Quienes le votaron, se dejaron engañar, consciente o
inconscientemente, por un discurso, unas promesas, un "glamour",
una fotografía, un papel, por nada. Poco ha durado su "paraíso"
socialista: el camino andado tras su consecución da vueltas y
más vueltas alrededor de una pobre imagen, del espejismo de un
televisor. Desde hace más de diez años estamos condenados
a contemplar particulares parcelas fiscales —por otra parte
secreta o claramente deseadas por muchos—, de unos
cuantos vividores de la política, apañadores de los dineros de
todos.
Desde
el rincón de la enseñanza, dando tumbos en medio de este
oscuro caminar, sin un verdadero sendero hecho de cuatro reglas
de juego ético válidas para todos, nos proponemos seguir
re-conduciendo a nuestros alumnos mediante un espíritu
democrático hecho de respeto al otro —porque cada cual se respeta
a sí mismo y sabe lo que está bien y lo que fastidia a los demás—.
Una
verdadera autoevaluación de la propia imagen, hecha de sinceridad,
puede llevar a la evaluación de la imagen de los otros y de
aquellas que bombardean nuestras mentes desde los medios de
comunicación.
Engañar,
mostrando una imagen falsa de la realidad, es la forma que han
aprendido algunos en la escuela de su propia ideología y las clases
particulares de su egoísmo, presentando como bueno un producto que
oculta la otra cara de la moneda, la verdadera imagen, incapaz de
cumplir lo que promete, carente de pautas organizadoras de la
pacífica convivencia del ser humano en la tierra de todos, no
de unos poquitos, listos ellos para falsear la verdad.
Desenmascarar
las imágenes trucadas es una misión muy digna; mostrar una imagen
acorde con lo que uno realmente es, no es cosa de poco valor en los
tiempos que vivimos. No es ésta una labor reservada únicamente
a los educadores de la imagen sino a todos y cada uno de los que
componemos el mosaico variopinto de esta sociedad errante,
conducida por la imagen por derroteros que conducen las más
de las veces al desencanto y al precipicio colectivo. Aprender a leer
imágenes no es sólo labor para nuestros hijos, lo es para todo el
mundo.
Nº 1500 de LA
OPINIÓN EL CORREO DE ZAMORA, ALLÁ POR EL 1994
Wert, el nuevo ministro de educación, se las ve y se las desea para recomponer lo que otros desdibujaron...
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