Todo, todo pasó por delante de su trono; los animales, también.
Sólo había animales buenos, alegres, juguetones.
Los peces, dentro de recipientes de cristal, avanzaban en pequeñas carrozas tiradas por relucientes pulpos de
brillantes pies de azabache.
Los caballos blancos y de color
crema y con manchas.
Desde su lejano lugar, los montes se sumaban a la alegría de aquella
manifestación, haciendo sonar en sus laderas las agradables canciones de los
que desfilaban, y las marchas de entusiasmo indescriptible.
LA PRIMERA NOCHE EN ESTEMUNDO
Aquella noche...
La primera noche en Estemundo,
qué bonita,
más bonita que las noches vista
a través de las cañas de mi huerto, en el mundo de los hombres.
La Luna de plata
y el azul purísimo del cielo, como un manto de seda y diez mil estrellitas de purpurina
burbujeando en él...
Aquella anoche, su primera
noche, no quiso dormir.
Despacio,
muy despacio, pisando el suave césped, se internó en el bosque.
-!Dan! ¿Dónde estás?
En el
aire se oyó un
chapoteo de luz y vio a mi querido amigo
-!Aquí estoy! ¿Qué deseas?
- Dan, explícame las cosas. No sé nada de
Estemundo...
- Mañana lo verás todo mucho mejor. Ahora hay
que dormir.
- Pero
mañana habrá demasiada luz… Me gusta más ver las cosas de noche.
las cosas son distintas...
-Bien, te acompañaré.
Comenzaron
a caminar.
El
pequeño amigo
volador cogió su mano; era tan pequeño que casi tenía que andar de puntillas…
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