viernes, 10 de octubre de 2014

LA PRIMERA NOCHE EN ESTEMUNDO

Todo, todo pasó por delante de su trono; los animales, tam­bién.
Sólo había animales buenos, alegres, juguetones.
Los peces, dentro de recipientes de cristal, avanzaban en pequeñas carrozas tiradas por relucientes pulpos de brillantes pies de azabache.
Los caballos blancos y de color crema y con manchas.
Desde su lejano lugar, los montes se sumaban a la alegría de aquella manifestación, haciendo sonar en sus laderas las agradables canciones de los que desfilaban, y las marchas de entusiasmo indescriptible.
LA PRIMERA NOCHE EN ESTEMUNDO
Aquella noche...
La primera noche en Estemundo, qué bonita, más bonita que las noches vista a través de las cañas de mi huerto, en el mundo de los hombres.
La Luna de plata y el azul purísimo del cielo, como un manto de se­da y diez mil estrellitas de purpurina burbujeando en él...
Aquella anoche, su primera noche, no quiso dormir.
Despacio, muy despacio, pisando el suave césped, se internó en el bosque.
-!Dan! ¿Dónde estás?
En el aire se oyó un chapoteo de luz y vio a mi querido amigo
-!Aquí estoy! ¿Qué deseas?
- Dan, explícame las cosas. No sé nada de Estemundo...
- Mañana lo verás todo mucho mejor. Ahora hay que dormir.
- Pero mañana habrá demasiada luz… Me gusta más ver las cosas de noche.
las cosas son distintas...
 -Bien, te acompañaré.
  Comenzaron a caminar.
El pequeño amigo volador cogió su mano; era tan pequeño que casi tenía que andar de puntillas…

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